La desafortunada expresión de Macri “caer en la escuela pública” concentró la atención de buena parte de la agenda política de estos días. La gran mayoría de los análisis se sostienen en la hipótesis de estamos frente a un enunciado sintomático, en el sentido de que afirmar que “aquellos que pueden ir a la escuela privada versus aquellos que tienen que caer en la escuela pública” oculta algo que no puede observarse de manera directa, pero que a través de una lectura de segundo orden mostraría un prejuicio de Macri en torno a lo público. Estas miradas contrastan la idea de “poder” con la de “tener” y allí develan el sentido no evidente en la frase del presidente: aquel que “puede”, que tiene capacidad de elección, va al privado; mientras aquellos otros que no pueden, aquellos que “tienen” porque no pueden, caen obligadamente en la escuela pública. Ahí estaría implícita una idea en torno a una supuesta superioridad de lo privado por sobre lo público, ya que todo aquel que puede elegir opta por lo privado, mientras que a lo público acude quien está obligado por no tener los recursos suficientes para poder elegir. Estaríamos así frente a una forma desplazada de la vieja máxima ortodoxa que reza que los seres humanos básicamente tenemos todos los mismos deseos, y sólo nos diferenciamos en nuestras oportunidades. La conclusión más fuerte de esta perspectiva es simple. Macri en realidad prefiere lo privado por sobre lo público, Macri cree que lo privado es mejor que lo público ya que quienes puede elegir, eligen lo privado. Inmediatamente se sostiene que Macri tiene una vocación privatista. O sea que, si pudiese, privatizaría la educación pública. Y allí viene el corolario de este razonamiento: porque es privatista, Macri es neoliberal.
Sobre
este punto es que queremos detenernos, en este modo tan diseminado de entender lo
neoliberal. La idea de que lo neoliberal está vinculado fundamentalmente a la
primacía de lo privado sobre lo público, y consecuentemente una política
neoliberal debe orientarse al achicamiento del estado en beneficio de una
ampliación del mercado. Pero desde este
punto de vista, el neoliberalismo parece perder especificidad respecto al
liberalismo clásico. Pero en realidad, el neoliberalismo no es una pura remake
un par de siglos después del liberalismo clásico. Precisamente uno de los puntos donde pasa la
diferencia es que los neoliberales no creen en que el mercado sea algo
espontáneo y natural, no creen que los sujetos seamos competitivos y egoístas
por naturaleza, y que el Estado debe limitarse a garantizar la libertad
individual, la propiedad privada y la igualdad frente a la ley. Una de las
tantas lecciones que Foucault nos ha enseñado al respecto, es que un punto por
donde pasa la diferencia entre ambas ideologías, es justamente el modo disímil
en que entienden el arte de gobernar. Para los liberales gobernar pasaba por
trazar una frontera, un límite en torno a dónde hay que intervenir. Dónde tiene
el Estado que intervenir y donde no. De algún modo, los debates teórico-políticos
liberales pueden leerse como intentos por trazar una frontera sobre los ámbitos
legítimos de intervención. En términos históricos, fueron primero los derechos
civiles los que justificaron el rol del estado, como sus responsabilidades
ineludibles. Más tarde, por ejemplo, se fueron incorporando otras cuestiones
como la educación o la investigación científica a los espacios legítimos de
intervención estatal. Ahora bien, a diferencia de los liberales, los
neoliberales no se preguntan “dónde intervenir”
sino que se preguntan “cómo intervenir”.
El arte del gobierno para el
neoliberal pasa justamente por cómo gobernar. ¿Y cómo hay que gobernar? hay que
gobernar bajo la lógica empresarial, y ahí tenemos la ceocracia de Macri.
Hay que gobernar bajo la lógica empresarial para expandir la forma empresa a cada
vez más ámbitos de la vida. Para eso hay
que gobernar. Para expandir la lógica del mercado a cada vez más ámbitos de la
vida, llegando inclusive hasta la propia intimidad del individuo. Se trata,
pues, de constituirlo como un empresario de sí mismo. Jorge Alemán, por ejemplo,
vincula los libros de autoayuda con esto, e identifica al sujeto empresario de sí
mismo como un sujeto cuyo orden constitutivo ha sido alterado, condicionado,
por esta lógica neoliberal. Y si cambian los órdenes de constitución del
sujeto, cambia dramáticamente el rol del Estado. El rol del Estado en el
liberalismo clásico era mucho más puntual, más acotado, más intermitente. Para
el neoliberalismo el rol del Estado es mucho más intenso, más continuo en el
tiempo, permanente, porque ya no se trata de producir las condiciones para que
el mercado emerja y funcione(por ejemplo generando libertad individual e
igualdad ante la ley) sino de lo que se trata ahora para el proyecto neoliberal
es de expandir la lógica del mercado a otros ámbitos. El objetivo es generar
que los sujetos nos comportemos en otros lugares como nos comportamos en el mercado
¿Y cómo nos comportamos en el mercado? de manera competitiva y egoísta.
En definitiva,
el proyecto neoliberal es un proyecto
mucho más ambicioso en términos políticos porque lo que se plantea, y eso es
algo que se vería en el discurso electoral de Macri, una reforma cultural profunda. El proyecto
neoliberal plantea hacernos sujetos competitivos y egoístas, no nos presupone
como tales, como lo presuponía el proyecto liberal clásico.
Entonces,
¿qué significaría en clave neoliberal privatizar la educación? No se trata
específicamente de sacarla de la órbita Estatal, el plan es mucho más sutil
pero no por eso menos ambicioso. La privatización de la educación no implica
desde la lógica neoliberal necesariamente sacarla de la órbita estatal y
llevarla a lo privado sino que pasa por otro lado, que es desvincularla del
objetivo de la igualdad (algo que representa el guardapolvos blanco, que oculta
las diferencias sociales representadas en las vestimentas de los alumnos). La
educación pública por definición produce ciudadanos, y la ciudadanía es
inescindible de la igualdad. La educación pública en Argentina cumplió rol de
formador de ciudadanos y eso prototípicamente se contrapone a la lógica del
mercado. El mercado capitalista genera desigualdad, se estructura desde la
desigualdad y genera desigualdad. La lógica de la ciudadanía, donde la
educación pública es clave, es la lógica de la igualdad, y ese es el problema
para el neoliberalismo. Ese es el problema para Macri. El problema para Macri no es que la escuela pública, ni siquiera que
el Estado brinde el servicio de educación, sino el problema para Macri fundamentalmente
es la igualdad. La igualdad en tanto la verdadera enemiga de la lógica del
mercado.
Por
lo tanto, privatizar no significa sacar
de la órbita del Estado sino hacer que la escuela pública funcione como la
privada. Motivo por el cual, probablemente, los sindicatos han sido
objetos, muy privilegiado en estos días,
de ataques por parte del macrismo. Porque
los sindicatos son lo que producen, por ejemplo, que haya igualdad entre los
trabajadores de la educación. Si bien es difícil hablar de educación
privada en singular, porque hay una diversidad de educaciones privadas, la
imagen prototípica de la educación privada promueve la jerarquización en función
de su valor: el monto de la cuota esta linealmente relacionado con la calidad
educativa, como supuestamente sucede con cualquier otra mercancía. Pero también
son mejores aquellas que forman mejor para el trabajo, para insertarse en el
mercado laboral. Son mejores los centros educativos que hacen de sus alumnos
mejores, mejores para diferenciarse en la competencia mercantil. Las escuelas
privadas, prototípicamente, no forman ciudadanos sino que crean “líderes”.
Por aquí,
creemos, hoy pasa el debate de la educación pública. No tanto si la gestión es
del Estado, sino cuál es hoy el rol que cumple, qué sujetos producen las escuelas
públicas.
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