viernes, 16 de octubre de 2020

La política empieza a jugar sus cartas de cara al próximo octubre

Nota escrita por César Pucheta en La Nueva Mañana


En un clima marcado por la pandemia, los principales partidos políticos comienzan a imaginar el mapa electoral del 2021. Empuje nacional, desafíos locales y proyectos a largo plazo.

Aunque las urgencias sociales estén concentradas alrededor de otras preocupaciones, el armado político de cara a las próximas elecciones empieza a ocupar su espacio en el listado de las reuniones de los principales partidos políticos de Córdoba y el país.

Mediciones por lo bajo, encuestas a escondidas, sesudas operaciones mediáticas, quirúrgicas jugadas políticas, movilizaciones callejeras, marchas y contramarchas, estratégicos proyectos de ley y resonantes declaraciones públicas comienzan a ser parte del escenario cotidiano de un país que se esfuerza en imaginar un día a día sin la pandemia acechando en cada esquina.   

Para Gustavo Córdoba, lo que se vive por estas horas evidencia “una clara intención de instalar un clima electoral de modo anticipado por parte de la oposición”. “Son los más interesados en generarle un daño al Gobierno y lo están haciendo a partir de una radicalización discursiva que parece haber impregnado de modo transversal a todo el espacio”, dice a La Nueva Mañana. Reconociendo que, según los sondeos de opinión, “entre el 70% y el 80% de los argentinos prefieren un escenario con mayor presencia del diálogo”, el director de Zuban Córdoba señala que ese endurecimiento opositor se explica por “el temor a que le aparezca algo así como el Vox español”.

“La radicalización no sirve para sumar más votos sino que, a lo sumo, ayuda a fortalecer el caudal ya existente. Pero hay una derechización que claramente apunta a evitar que haya dirigentes como Espert o Milei le saquen algunos de esos votos para sumarlos a nuevos espacios”, que según Córdoba “pueden llegar a tener representación legislativa”.

Algo parecido entiende Marina Llaó, que ubica un punto de referencia inmediato en la movilización del 17 de agosto. “Con esa movilización quedó en claro la urgencia de la oposición por cooptar la escena y su corrimiento hacia formas más bolsonaristas de expresión, allí se comenzó a instalar una idea que se  intensificó este último 12 de octubre” advierte la referente de la consultora JWC.

Desde ese marco general, los armados se empiezan a discutir en Córdoba, uno de los territorios predilectos para la oposición nacional que se apoya en la escalada discursiva buscando repetir la experiencia de las últimas tres elecciones legislativas. En esa dirección dirige su análisis Llaó que, ante la consulta, considera que “el gran interrogante es ver qué es lo que va a pasar entre el Frente de Todos y Hacemos por Córdoba”, aunque entiende que eso “no va a mover el amperímetro” en torno al afianzamiento del electorado de Juntos por el Cambio en tierras mediterráneas.  

La danza de nombres de Juntos por el Cambio

El escenario de nacionalización electoral es el que mejor le queda a Juntos por el Cambio en una de sus provincias predilectas, su propio paraíso mediterráneo. Solo traspolando los números de los últimos comicios, en los que el resultado general fue claramente opuesto a sus intereses, el macrismo unido estaría en condiciones de sumar una banca  las cinco que pone en juego en la Cámara baja, ocupadas hoy por Brenda Austin, Diego Mestre, Soledad Carrizo, Gabriel Frizza y Héctor Baldassi.

En ese escenario, nadie duda que los escaños serán renovados en el Senado de la Nación, aunque lo que se deben discutir son los nombres. En la batalla interna, la referencia nacional habilitaría a que Laura Rodríguez Machado mantenga su lugar sin demasiados sobresaltos, el único problema es la cantidad de “nombres sueltos” que desde Córdoba pisan fuerte en la estructura de la alianza. Solo por nombrar, Oscar Aguad y Ramón Mestre son hoy dirigentes sin responsabilidades institucionales que podrían aspirar a ocupar espacios centrales en la disputa del 2021.

La discusión entonces parece centrarse en la sabrosa incomodidad que los ex oficialistas experimentan en Córdoba. Demasiadas referencias de alto calibre para un espacio que tiene la tarea de reinventarse como principal desafío de cara al futuro. Por ahora, nadie se anima a vaticinar que el bloque tiene chances de experimentar alguna ruptura, ni tampoco corre riesgos de una fuga de votos hacia algunas de las ofertas electorales disponibles en la provincia, a nueve meses de las primarias. Por un lado, las expresiones de la extrema derecha que disputan el voto antiperonista en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el territorio bonaerense y la televisión abierta no encuentran (todavía) su espejo mediterráneo; y, por otro lado, la estrategia de ligar a Schiaretti con el kirchnerismo ya no es discutida por casi nadie entre los potenciales votantes del espacio. Un simple paneo por las imágenes que llegan desde las marchas anticuarentena pueden servir para despejar las dudas al respecto.  

Hacemos por Córdoba y el traje del sucesor

En un escenario de tormenta perfecta, el oficialismo provincial parece volver a quedar preso de sus propias bases de existencia. Entrampado en medio de una discusión en la que las medias tintas no resultan demasiado atractivas, el cordobesismo se arriesga a perder una de las bancas que pone en juego en la Cámara de Diputados, con el antecedente de haberse quedado ya sin la representación que ostentaba en la Cámara alta.
Siguiendo un patrón de conducta que se repitió en las últimas dos elecciones de medio término, no resultaría extraño que el peronismo provincial avance en una estrategia que mire más al 2023 que al 2021. Con De la Sota como gobernador, Juan Schiaretti encabezó la lista en el 2013 y ganó la elección anticipando su triunfo provincial del 2015. Cuatro años después, el entonces vicegobernador Martín Llaryora fue el principal referente del oficialismo cordobés en 2017, con resultados diferentes pero con una proyección que lo sentó en el Palacio 6 de Julio dos años más tarde.

Con esos antecedentes, y despejando (por el momento) cualquier chance de alianza con el Frente de Todos, hay dos posibilidades que se imponen y que podrían convivir teniendo en cuenta que se discuten representantes para las dos Cámaras del Congreso. Ambas encuentran sus referencias en el seno del schiarettismo. En la primera de ellas, la lógica impone un nombre capaz de “probarse” el traje de sucesor, descartando (claro) la descabellada posibilidad de una candidatura “testimonial” de Llaryora.

¿Será el momento de probar electoralmente a Manuel Calvo? En caso de que esa resulte ser la decisión de Hacemos por Córdoba, y con el riesgo real de repetir el incómodo tercer lugar del 2019, cabría preguntarse si Alejandra Vigo estaría en condiciones de poner su nombre en la cabeza de alguna de las listas e intentar traccionar voluntades a partir de su propia figura. Vale recordar que en 2019, la mujer más fuerte del peronismo cordobés fue electa como legisladora provincial en representación de la Capital, aunque eligió quedarse en el Congreso hasta terminar su mandato, que vence el mismo día que el de su compañero de bloque Paulo Cassinerio y el de su compañera Claudia Márquez.

El desafío del Frente de Todos

En las filas del oficialismo saben que el principal objetivo de esta elección es sumar la mayor cantidad de bancas posibles para facilitar el trabajo legislativo, sobre todo en la Cámara baja, en donde las cosas se presentan actualmente más complejas que en el Senado. Para conseguirlo, el hombre clave del armado será Carlos Caserio, que tendrá la tarea de ampliar la base electoral del oficialismo nacional en Córdoba intentando mantener firme la unidad del heteróclito espacio en tierras mediterráneas.

Sin referentes locales con el peso específico como los que ostentan sus oponentes más directos, pero con el empuje nacional de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, los nombres de la lista cordobesa se discuten entre dirigentes provenientes de las distintas líneas internas del espacio. Allí, no solo debe evidenciarse una discusión en la que se pongan sobre la mesa los sellos partidarios (principalmente kirchneristas, massistas, viejos peronistas “descordobesizados” y nuevos radicales aliados); sino que también que deben analizarse los componentes sectoriales que se pondrán en juego en el armado definitivo. Buscando representar el amplio espectro dialoguista que propone el Presidente de la Nación, en las listas deberán convivir sectores del gremialismo, el empresariado nacional, el cooperativismo y el liderazgo territorial que representan los intendentes.

En ese esquema, Carro y Caserio podrían extender sus mandatos para garantizar los votos propios dentro del Congreso, aunque también podrían ceder sus lugares en pos de generar mayores consensos hacia adentro del espacio. El desafío es sumar al menos una banca en la Cámara baja, que será una mujer, y que añadirá su protagonismo al reto último de la elección de octubre: arrebatarle una banca al schiarettismo.  

 

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